La radiación infrarroja (IR) es una radiación electromagnética con una longitud de onda mayor que la luz visible la percibimos todos los días cuando nos llega el calor del sol. Esta radiación penetra en el cuerpo a una profundidad de 2 mm por debajo de la piel. Después de todo, la energía infrarroja es la razón por la que podemos sentirlas del sol, incluso en un día de frío invierno.
Los R.I. penetran los objetos de la habitación y posteriormente emanan de nuevo el calor hacia la habitación. Estas ondas de luz invisibles también son absorbidas por la piel y se propagan por el cuerpo.
La reacción sobre el tejido vivo permite pasar sólo aquellas ondas que reaccionan con el agua dentro de las células humanas y por lo tanto generan calor por todo el cuerpo. Esto ocurre cuando los rayos infrarrojos tienen la misma frecuencia que el agua contenida en las células. Este proceso tiene un efecto secundario beneficioso: libera toxinas de la corriente sanguínea, después de lo cual se descargan a través de sudor, orina y excrementos.
A pesar de que no se puede sentir que estamos siendo calentados internamente (percibimos calidez principalmente a nivel de la piel) podemos sentir los efectos favorables: el calor activa el metabolismo de las principales funciones corporales de estimulación y la actividad enzimática, la circulación sanguínea y así sucesivamente.
Sin duda, estas características exhibidas por los rayos infrarrojos jugaron un papel importante en el desarrollo de los materiales utilizados para la producción de calor por radiación durante vuelos espaciales de la NASA.
Un tipo similar de estos materiales también se utiliza en las clínicas neonatales, cuando los bebés nacidos prematuramente necesitan mantener su temperatura artificialmente.
No reseca el aire y por lo tanto tampoco las vías respiratorias, especialmente recomendado para niños (asma) y personas mayores con problemas respiratorios. Además combate eficazmente la aparición de hongos, ya que mantiene secas las superficies con las que entra en contacto.
